Y se abrazaron como el último abrazo que se da una pareja herida por una guerra que no pidieron.
Él la tomó de las manos a la vez que ella vertía sus lágrimas.
Se abrazaron tierna pero velozmente. Ella no sentía tal fervor desde hacía siglos, y él jamás hubiera imaginado una revuelta así en su corazón.
No querían separarse.
Ella tembló por la ternura y sinceridad que transmitían las palabras de él:
“Somos lo que somos, y eso no lo podemos cambiar.”
Uno de los dos tenía que poner final, salvando la vida…y ella añadió: “Te quiero, que no te quepa la menor duda, pero yo no pedí amar ni ser amada.”
Se abrazaron más furtivamente que antes.
Ninguno de los dos quería dejar que la menor distancia surgiera entre ellos: buscaban lo eterno.
Lloraron sin consuelo. Sus miradas chocaban a la vez que sus cuerpos se frotaban con delicadeza.
La luna brillaba, blanca y pura, con todo su esplendor y magnificencia…
Con una discreta sonrisa, el añadió: “Me acaricias la barbilla, ya empieza a raspar” ;)
Sus dedos se deslizaban por sus cabellos, se enredaba con la dulce y apasionada mirada de ella, mientras el perfume de su piel se adueñaba de él, excitándolo, pero dándose cuenta de que realmente estaba enamorado de ella.
Sin obstáculos entre sus cuerpos…solo una fina sábana de seda, ondeando por la espaciosa habitación iluminada únicamente por la preciosa luna llena.
Gritos mudos. Caricias sin orden. Besos sin freno. Caos de los sentidos. El tiempo se detiene. Las manos acarician los lugares prohibidos. El sudor frío bañaba sus cuerpos.
¿Quien tiene el control?
Rodaban y ella quedaba encima, Rodaban una vez más y el quedo encima…
¿Quién tiene el control?
Besos y mordiscos. Frenesí. El besó su cuello y al impactar su respiración en su fina piel, notó como esta se erizó dulcemente. ;)
Observó como mordía su labio inferior mientras su cuerpo se encogía y se estiraba en un espasmo de pasión incontrolada.
Su excitación era su excitación.
Sólo se oía un latido, el de ambos. El compás unísono de su danza del amor. Siguieron rodando en una pendiente que no tiene fin… Un abrazo que no tiene final.
El latido se acelera.
Los movimientos se volvieron más precisos.
Sus pupilas se dilataron. Sus miradas se cruzaban mientras las cabezas se inclinaban hacía atrás.
Y de pronto…
Un gemido que procedía de la nada se extendió por toda la habitación.
El claro de la bella luna se adueña de la estancia y sus cuerpos cayeron lentamente, abrazados, bajo las sabanas de seda.
Los objetos, los sentidos… Todo vuelve a su lugar original.
La luna parece sonreír, mientras ellos, abrazados, se rindieron dejando caer el sueño, ya convencidos de ser uno, amando sus respectivas diferencias, dándose cuenta que estas diferencias en realidad complementan su ser y su felicidad. Ellos crean su propia plenitud.
…Nada ni nadie puede cambiar el pasado, pero nosotros….
…Nosotros somos el presente….